Caminar sobre las Aguas de lo Imposible
Mateo 14:25-32
Las personas por naturaleza tendemos a buscar seguridad y
estabilidad en nuestras vidas. Generalmente esperamos un empleo estable, un
sustento continuo, algo seguro que nos mantenga en el nivel de vida al que
estamos acostumbrados. Esto es totalmente normal en la vida de un ser humano, nadie quiere correr
el riesgo de jugárselo todo a modo de apuesta y perder.
Muchas veces como humanos buscamos incansablemente un
lugar de confort, donde estemos plenos y satisfechos, y una vez que estamos ahí
no nos queremos mover. Nuestro lugar de confort es donde estamos cómodos en la
iglesia, donde estamos cómodos en el trabajo, etc. Lugares que no requieren
compromiso excesivo, ni intrusión de nuestra parte, generalmente estamos como espectadores
viendo como los demás se inmiscuyen en las cosas que nosotros evitamos.
La Historia de Pedro caminando sobre el mar nos muestra
algunos principios bíblicos que nos motivan a salir de ese lugar de confort y arriesgarnos
a caminar sobre las aguas de lo imposible.
En la historia Jesús se acercó hacia la barca y los discípulos
tuvieron miedo pues no estaban seguros de quien era, y Pedro, arrojado como siempre, le dice: “Señor si eres
tú, manda que yo valla a ti sobre las aguas”. Es muy común que cuando Dios nos
quiere mover a trabajar para él, a emprender una difícil labor, dudamos si es
Dios el que nos mueve o es nuestra
propia emoción, y a causa de esto claudicamos por no preguntar como Pedro “¿Señor,
eres tú?”.
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Es difícil, nadie lo niega, caminar sobre una superficie
tan blanda en la cual es natural hundirse, caminar sobre algo tan inestable y voluble,
y esperar que Dios nos mantenga en pie. Para Caminar sobre las aguas de lo
imposible es necesario tener fe, pues nosotros, nos hundiremos si no es por la
gracia de Dios, y la confianza en él es lo único que nos puede sostener cuando
la marea sube y las aguas se enfurecen.
Dios te dice hoy, toma valor, Confía en mí y ven a las
aguas. Hagamos el trabajo que nos corresponde, dejemos de ser espectadores y
seamos protagonistas, dejemos de pensar tanto en nosotros y confiemos en que no
importa lo que pase, Dios cuida de las aves y cuidará también de mí.
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